A medida que pasan los años (aunque muchos indiquen que no ha sido así), los pacientes y sus familiares nos hemos convertido en personas más exigentes, informadas y tristemente, en algunos casos (por iniciativa de terceros), desconfiamos del servicio de salud recibido y, en consecuencia, reclamamos situaciones bajo el supuesto concepto de “mala praxis”.
Usualmente, la mayoría de las personas que optan por la reclamación legal, no tienen idea del tiempo que puede llegar transcurrir para que se resuelva; y el efecto que puede llegar a causar para las partes involucradas.
Hablo del efecto, porque el solo hecho de ser parte de un proceso judicial (en calidad de demandante o demandado) involucra lidiar con una incomodidad a la que no estamos acostumbrados. Para el paciente debe ser frustrante, porque el proceso lo obliga a mantener viva esa molestia que motivó la reclamación; y por parte del personal médico o asistencial, debe ser todo un reto diario, seguir atendiendo pacientes, luchando para que la existencia de ese proceso legal que tiene en curso no afecte su vocación, la relación de confianza, compromiso, respeto y dedicación que debe tener con sus otros pacientes.
La mayoría de las reclamaciones que existen a nivel legal, tienen su origen en el deterioro de la relación médico-paciente, lo que da lugar a la desconfianza y al prejuicio cuando se presenta alguna complicación. Por ello, aprovecho este espacio para recordarles que la relación médico -paciente, es el fundamental de los servicios de salud; y no solo está basada en la confianza, sino también en el respeto, la información, la seguridad, la beneficencia y el reconocimiento de los derechos humanos.
Como pacientes, esperamos que el médico pueda conjugar su saber científico-técnico con el reconocimiento de la seguridad, dignidad y los derechos de sus pacientes; y la mayoría de las veces, desconocemos que la medicina es una responsabilidad de medios y no de resultados.
Esto significa que el médico, por muy bueno que sea, no puede asegurarnos resultados; y es ahí donde la información y la relación médico-paciente juega un papel muy importante, ya que el médico tiene el deber de informar los beneficios, riesgos y complicaciones inherentes a la atención que nos está brindando. Sin embargo, lo anterior no es posible si nosotros como pacientes no nos sinceramos y le facilitamos al médico toda la verdad relacionada a nuestra condición de salud. La relación médico-paciente es de dos: ¡participemos activamente desde el rol que nos corresponda!
Dora E. Sanchez Pothá